Descubrimientos

Los sarcófagos reales de Sidón, un tesoro helenístico

Sarcófago de Alejandro. El relieve muestra al conquistador macedonio cazando leones con sus compañeros y Abdalónimo, rey de Sidón.

Sarcófago de Alejandro. El relieve muestra al conquistador macedonio cazando leones con sus compañeros y Abdalónimo, rey de Sidón.

Sarcófago de Alejandro. El relieve muestra al conquistador macedonio cazando leones con sus compañeros y Abdalónimo, rey de Sidón.

Foto: Prisma / Album

Afinales del siglo XIX, Sayda era un modesto puerto pesquero en la costa libanesa, que desde hacía décadas vivía a la sombra de la más boyante Beirut. Pocos recordaban que aquella población era en realidad Sidón, la ciudad fenicia que vivió su apogeo en el II milenio a.C. y que siguió siendo un importante emporio en la Antigüedad y en la Edad Media. Pero en 1887 ese pasado ilustre emergió de repente del subsuelo de la ciudad, ahora perteneciente al Imperio otomano.

Un terrateniente local, Mohammed Sheriff Effendi, se había propuesto obtener algún beneficio de una pequeña propiedad que poseía en un paraje que los lugareños conocían como Ayaa, colindante con los bellos jardines de Bostan el-Magara, «el jardín de las cuevas». El suelo de la finca era yermo. Una fina capa de tierra sobre la roca era insuficiente para que arraigara ningún tipo de planta, de manera que Sheriff se propuso explotarlo como cantera.

Cronología

Rumbas reales

H. 540 a.C.

Sidón se integra en el Imperio persa. Un sarcófago de la necrópolis de Ayaa es de esta época.

333 a.C.

Alejandro Magno ocupa Sidón sin resistencia. Uno de los sarcófagos celebra su gesta.

1887

Se descubre en una finca privada una necrópolis real con varios sarcófagos de bella factura.

1891

Los sarcófagos se convierten en las piezas estrella del nuevo Museo Arqueológico.

Obtuvo un permiso de las autoridades locales para comenzar la extracción de piedra, actividad que duró poco. En la penumbra del pozo que sus obreros habían comenzado a excavar, la mirada del terrateniente se detuvo en las bellas formas de lo que parecía una antigua tumba. La ley de antigüedades obligaba a dar cuenta de cualquier descubrimiento, por lo que al día siguiente Sheriff se entrevistó con la autoridad local más importante, el kaimakam Sadik Bey.

Sarcófagos únicos

El mandatario acudió presto al lugar y, una vez en el pozo, constató la veracidad del testimonio de aquel hombre. Ante sus ojos se insinuaba la forma de una cámara funeraria en la que se distinguían dos sarcófagos, uno de ellos decorado con magníficos relieves. Sadik Bey se apresuró a informar a sus superiores, el mutasarrif (administrador de distrito) de Beirut y el valí o gobernador de la provincia de Siria, Nachid Pasha. El lugar quedó bajo la custodia del oficial de gendarmería de Sidón, encargado de que aquellos hallazgos no engordaran
el nutrido mercado clandestino de antigüedades del Próximo Oriente.

La maquinaria administrativa otomana se había puesto en marcha. Sadik Bey recibió órdenes de despejar el pozo de tierra y seguir excavando. Durante estos trabajos preparatorios aparecieron otras dos estancias subterráneas, una abierta hacia el sur y la otra hacia el norte, ambas con sarcófagos. Advertido de inmediato por telégrafo, Nachid Pasha ordenó suspender las obras hasta que se desplazara a la zona Bechara Effendi, el ingeniero jefe del valiato o provincia de Beirut. El técnico llegó a Sidón el 15 de marzo, apenas doce días después del anuncio del hallazgo. De una forma eficiente y meticulosa, sin dañar los sarcófagos, abrió todo el complejo de galerías y cámaras, que en realidad formaban una gran necrópolis.

Moneda de plata de Sidón acuñada a mediados del siglo IV a.C.

Moneda de plata de Sidón acuñada a mediados del siglo IV a.C.

Moneda de plata de Sidón acuñada a mediados del siglo IV a.C.

Foto: BPK / Scala, Firenze

Tras recibir el informe de Bechara, el sultán, Abdul Hamid II, decidió poner el nuevo yacimiento bajo la dirección del arqueólogo más reputado del Imperio otomano en esas fechas: Osmán Hamdy Bey, entonces director del Museo Imperial de Estambul.

Hamdy Bey se dirigió a Sidón acompañado por el arqueólogo Demóstenes Baltazzi. Nada más llegar a la milenaria ciudad, ambos descendieron a las cámaras que Bechara había despejado de forma tan diligente. En el libro que publicaría en 1892, Hamdy Bey relata cómo, ante la trémula luz de su candil, fueron sucediéndose las fabulosas escenas esculpidas en hermosos sarcófagos de diferentes estilos. Pese a que habían sido forzados en el pasado por saqueadores y aún estaban medio cubiertos de arcilla y colmados del agua que se había ido filtrando en el interior de las galerías, los féretros presentaban un inusitado esplendor.

Alejandro Magno

Cuatro sarcófagos sobresalían por su elegante factura y estado de conservación. Uno de ellos estaba decorado con relieves que todavía conservaban sorprendentes retazos de policromía y representaban una escena de guerra en la que se adivinaba la figura de Alejandro Magno, identificado por su característico casco en forma de león y acompañado por otro oficial griego. Hoy los estudiosos vinculan este lujoso sarcófago con Abdalónimo, nombrado rey de Sidón por el monarca macedonio en 332 a.C.

Sarcófago de las Plañideras. Las figuras están enmarcadas  por un templo de orden jónico.

Sarcófago de las Plañideras. Las figuras están enmarcadas por un templo de orden jónico.

Sarcófago de las Plañideras. Las figuras están enmarcadas  por un templo de orden jónico.  

Foto: Dagli orti / Aurimages

De una factura diferente, pero también de extraordinaria belleza, era el Sarcófago de las plañideras. En él se recrea un templo de estilo jónico en cuyos vanos aparecen estas lastimeras mujeres, ataviadas al modo griego; también se dató en el siglo IV a.C. De la misma época es el llamado Sarcófago licio, en el que se esculpieron dos escenas de caza, con un jabalí acosado por jinetes y un león perseguido por amazonas.

Sarcófago licio. Escenas de caza –un pasatiempo aristocrático– decoran este magnífico sarcófago.

Sarcófago licio. Escenas de caza –un pasatiempo aristocrático– decoran este magnífico sarcófago.

Sarcófago licio. Escenas de caza –un pasatiempo aristocrático– decoran este magnífico sarcófago.

Photo: Dagli orti / Aurimages

Un poco anterior, de la segunda mitad del siglo V a.C., era el Sarcófago del sátrapa, que pudo pertenecer a un gobernante de Sidón de época persa, cuya vida cotidiana quedó inmortalizada en el mármol de su última morada. En total se hallaron más de quince sarcófagos, algunos antropomorfos y otros de sorprendente sencillez, fabricados en basalto negro o mármol blanco.

Sarcófago del sátrapa. Llamado así porque parece recrear la vida cotidiana de un gobernador persa.

Sarcófago del sátrapa. Llamado así porque parece recrear la vida cotidiana de un gobernador persa.

Sarcófago del sátrapa. Llamado así porque parece recrear la vida cotidiana de un gobernador persa.

Photo: Dagli orti / Aurimages

Un nuevo museo

A finales de junio de 1887 se acabó de documentar todo el conjunto arqueológico. Después, Hamdy Bey dispuso el traslado de los sarcófagos a Estambul, tarea que requirió un considerable despliegue logístico para que la valiosa y voluminosa carga no sufriera daños. Se decidió que las piezas ocuparían un lugar de privilegio en la sede del nuevo Museo Arqueológico, que iba a reemplazar a la iglesia de Santa Irene, donde desde 1869 se ubicaban las colecciones del Museo Imperial otomano. Tanta importancia simbólica revestía el conjunto de Sidón que el arquitecto Alexandre Vallaury, encargado del diseño del nuevo edificio, decidió que sus fachadas imitarían el estilo arquitectónico de dos de los sarcófagos: el de Alejandro y el de las plañideras. Es posible que el inspirador de tal idea fuera el propio Hamdy Bey, que era director del museo en el momento de la construcción de su nueva sede.

Uno de los sarcófagos conservaba restos de policromía y contenía un relieve de Alejandro Magno

Gracias al esfuerzo de todos los implicados en esta fabulosa aventura arqueológica, los visitantes que recorren hoy las salas del magnífico museo turco, inaugurado en 1891, pueden contemplar el nivel de excelencia que había alcanzado el arte funerario del Levante mediterráneo en tiempos de Alejandro Magno.

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Genio polifacético

Osmán Hamdy Bey en una imagen de finales del siglo XIX.

Osmán Hamdy Bey en una imagen de finales del siglo XIX.

Osmán Hamdy Bey en una imagen de finales del siglo XIX.

Alamy / ACI

Osmán Hamdy Bey fue una de las personalidades más destacadas de la cultura otomana a finales del siglo XIX. Sus campos de actividad fueron múltiples. Tras estudiar en París, se convirtió en un cotizado pintor orientalista. También investigó el folclore de las variadas regiones del Imperio. Y realizó notables excavaciones arqueológicas en el monte Nemrut o el templo de Hécate en Lagina, además de en la necrópolis de Sidón.

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Obras maestras

Extracción del sarcófago de Alejandro. Ilustración de la obra de  Hamdy Bey sobre su trabajo en Sidón.

Extracción del sarcófago de Alejandro. Ilustración de la obra de Hamdy Bey sobre su trabajo en Sidón.

Extracción del sarcófago de Alejandro. Ilustración de la obra de  Hamdy Bey sobre su trabajo en Sidón.

Foto: Grabado: Heidelberg University Library. Sarcófagos: Album

Para extraer los sarcófagos de las cámaras subterráneas se colocaban sobre una pequeña carreta a modo de trineo que se arrastraba sobre rieles mediante cuerdas. El avance era muy lento: «centímetro a centímetro», decía Hamdy Bey.

Este artículo pertenece al número 225 de la revista Historia National Geographic.

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