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Filac: los pueblos indígenas, en grave riesgo frente a la pandemia del coronavirus

En un mundo desesperado por menguar el impacto financiero de la propagación del coronavirus, más de 700 grupos nativos luchan por sobrevivir en medio de la desigualdad, la violencia, el rezago y el olvido. 

Dos indígenas navegan por el río Ariau, cerca a Manaus, estado de Amazonas, Brasil, el 5 de mayo de 2020 en medio de la pandemia.
Dos indígenas navegan por el río Ariau, cerca a Manaus, estado de Amazonas, Brasil, el 5 de mayo de 2020 en medio de la pandemia. © Ricardo Oliveira / AFP
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Mientras a muchos les preocupan las monedas, a ellos los desvela preservar la vida. Sobre sus canoas, avanzan con los torsos descubiertos, pero con las bocas tapadas. A lo largo de Latinoamérica, cruzan corrientes más peligrosas que el coronavirus, olas de violencia y desigualdad que parecen ser más letales y certeras que la misma enfermedad.

Los llaman pueblos indígenas y son más de 700 distribuidos desde Panamá hasta Chile en distintas comunidades nativas que, juntas, suman más de 45 millones de personas.

Para mostrar las condiciones en las que, en carne y hueso, le hacen frente a la incertidumbre por la pandemia desde selvas y montañas, el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe (Filac) publicó el primer informe regional sobre la lucha de estos grupos contra el brote, un detallado reporte en el que, sin tapujos, son expuestas las precariedades que los aquejan. 

Desde limitaciones en atención médica hasta la precarización de la vida y la falta de servicios básicos o la exposición a otras patologías como el dengue o la malaria hacen parte de las que el Filac expone como las razones por las que la pandemia impacta de manera distinta a las diferentes poblaciones y, en este caso, exacerba las desigualdades en las áreas indígenas. 

Todavía, muchos de estos pueblos son como hermanos, a pesar de las fronteras. Al menos 100 de ellos residen en dos naciones, como es el caso de los Wayuu entre Colombia y Venezuela y, entre todos, representan poco menos del 10% de la población de toda la región.

¿Aislarse en situaciones extremas?

Al latente riesgo de desaparecer cultural y físicamente, a causa de flagelos como el desplazamiento forzado por parte de grupos ilegales, se une ahora el temor de los pueblos indígenas a extinguirse por la inicialmente llamada "Neumonía de Wuhan". Aunque muchos se han aislado voluntariamente, todos lo hacen en un contexto de precariedad evidenciada en elevadas tasas de desnutrición y el desconocimiento de sus derechos fundamentales. 

Buen número de estas comunidades tiene menos de 3.000 pobladores y, tal como lo ha denunciado el Mecanismo de Expertos de la ONU, son frecuentemente discriminados en un camino en el que tareas diarias como conseguir agua potable es un privilegio lejano y escaso. 

Pese a que mucho se habla de los habitantes de las urbes que están en situación de desempleo y de su necesidad de auxilios económicos para pagar sus cuentas, el citado informe del Filac reseña que, así como lo indicó el Banco Interamericano de Desarrollo en un reciente estudio sobre los efectos de la pandemia, "se puede prever que los efectos de la Covid-19 serán más profundos para los indígenas debido a que sus condiciones de pobreza son más extendidas". 

La asistente de enfermería indígena Witoto Vanda Ortega, de 32 años, cuida a un paciente durante una visita de atención médica en el Parque das Tribos, una comunidad indígena en los suburbios de Manaus, estado de Amazonas, Brasil, el 3 de mayo de 2020 durante la pandemia.
La asistente de enfermería indígena Witoto Vanda Ortega, de 32 años, cuida a un paciente durante una visita de atención médica en el Parque das Tribos, una comunidad indígena en los suburbios de Manaus, estado de Amazonas, Brasil, el 3 de mayo de 2020 durante la pandemia. © Ricardo Oliveira / AFP

Ser indígena y aislarse, al menos en zonas desérticas como las del norte del territorio colombiano, representa no poder buscar el sustento diario y, mucho menos, poder cumplir con la medida clave recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de lavarse las manos cada dos o tres horas. En zonas como esta, beber un trago del preciado líquido se ha convertido en una suerte de lujo en el que no hay espacio para el fortalecimiento de acciones que prevengan el contagio. 

"Para enfrentar la pandemia con posibilidades de éxito, se requieren estrategias específicas para pueblos y comunidades indígenas (...) Por su misma condición de aislamiento, cuentan con sistemas inmunológicos mucho más frágiles frente a agentes patógenos externos", precisa el documento de 41 páginas en el que el Filac recoge datos y conclusiones acerca del panorama nativo en este tiempo de crisis. 

La muerte por el brote, una amenaza que empieza a cumplirse

A medida que el virus se propaga en las principales potencias, también empieza a permear en las poblaciones nativas.

Una de las primeras en resultar afectada fue la de la Amazonía, en donde, según un reporte elaborado por la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica) mencionado por el Filac, al 26 de abril habían sido confirmados 679 casos y 40 fallecimientos en la zona, divididos entre las nueve naciones de la cuenca, entre los que se destaca la muerte de Antonio Bolívar, el líder nativo que protagonizó la película 'El abrazo de la serpiente', que alcanzó la nominación a los Premios Óscar en el año 2016. 

Miles están en riesgo. Lo saben. El virus ya llegó a sus tierras y los acecha como una víbora a punto de atacarlos sin distinción de tradiciones, ritos, cánticos o dialectos.

A falta de una estrategia unificada, cada gobierno ha optado por actuar a su manera. Mientras que en Brasil el presidente Jair Bolsonaro se resiste a endurecer las medidas preventivas, en Costa Rica el Ejecutivo decidió implementar lineamientos inclusivos que van desde la integración de los saberes antiguos a los protocolos de cuidado hasta el establecimiento de esquemas de traslado desde sus cabildos hasta los centros médicos de manera especial. 

Con los árboles como tesoro y sin supermercados ni dinero para acaparar botellas de agua y kilos de alimentos, de norte a sur, los indígenas latinoamericanos navegan en una corriente de aguas turbias e inciertas en las que solo su sabiduría ancestral los guía para no perecer lejos del canto de sus pájaros y la pureza del aire de sus reservas, agonizando bajo frías carpas de caridad provistos solo de taparrabos y tapabocas. 

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