Pilar del Río: «Saramago decía que en el mundo hay dos superpotencias, una eres tú»

FUGAS

Pilar del Río, presidenta de la Fundación José Saramago y viuda del nobel.
Pilar del Río, presidenta de la Fundación José Saramago y viuda del nobel. Carlos Ortega

Hablamos con la presidenta de la Fundación José Saramago en el centenario del premio nobel portugués. La periodista y traductora revela el lado tierno y cotidiano del escritor en «La intuición de la isla». «Un día tuvo un enfado enorme porque vio que un libro de Álvaro Cunqueiro no estaba en gallego», revela la periodista

27 nov 2022 . Actualizado a las 18:07 h.

Aunque la celebración del centenario es capítulo acabado, el cofre de libros que es José Saramago (Azinhaga, 16 de noviembre de 1922-Tías, Lanzarote, 18 de junio de 2010) está abierto. También su casa de Lanzarote tiene las puertas abiertas, como las ha tenido siempre, «y recibe, por cierto, la visita de muchos gallegos», revela su viuda, Pilar del Río (Castril, Granada, 15 de marzo de 1950), traductora y compañera hasta el fin de los días del maestro de la lucidez, el humanista que ganó el Nobel en 1998. «Con el centenario, empezamos el día 16 de noviembre del año pasado y decidimos que terminábamos la celebración cuando Saramago ya estuviera nacido, ¡entonces que se buscara la vida él solo! Lo cuidamos mientras era un prenato. El centenario de Saramago se ha terminado», zanja la presidenta de la Fundación José Saramago.

¿Cómo valora todo este año de celebración del centenario de Saramago?

—Como fundación, hicimos una declaración de intenciones, propusimos una serie de iniciativas y dijimos que no éramos los dueños del centenario. ¡Hemos sido desbordados! Por iniciativas privadas y públicas, de grupos de lectores, de iniciativas de escuelas y bibliotecas, obras de teatro... En España, en Latinoamérica, en EE.UU., en tutti quanti. La Feria del Libro de Las Palmas se dedicó a José con la leyenda «Saramago mola». El día del aniversario, niños en la puerta de la fundación cantando: «Parabéns pra você», «para el menino Saramago». Cosas increíbles.

—Con «La intuición de la isla» (que edita Itineraria) nos asoma al José Saramago escritor, pero también al hombre cotidiano. El libro es pan caliente. ¿Cómo fue ese principio en la isla?

—Hubo un «¿y si nos fuéramos a vivir a Lanzarote?» que tenía que ocurrir. Doce años después de la muerte de Saramago, sabemos varias cosas. Una es que la isla era una intuición y un destino. El hombre que había puesto a navegar la península ibérica hacia otros continentes debía acabar viviendo en una isla. Doce años después de su muerte, sabemos que tras El Evangelio según Jesucristo, tras haberse enfrentado al mito fundacional de nuestra civilización, Saramago solo podía escribir Ensayo sobre la ceguera. Y para escribir Ensayo..., necesitó llegar al primer día de la Creación. Eso está en Lanzarote.

—En «La balsa de piedra», de 1986, idea algo extraordinario: ¿y si la península ibérica se desprendiese de Europa y se pusiese a navegar hacia el sur? Cuenta que esta idea se le encendió en Fisterra.

—Sí, donde los soldados romanos iban a oír el sol caer en el mar... Creo poder decir sin equivocarme que estaba Carlos Casares. Miraban el paisaje y vieron una piedra que bien pudiera ser una balsa de piedra.

—En Lanzarote nació «Ensayo sobre la ceguera». Sorprende el mensaje que escribió a sus editores al acabar el libro...

­—«Uf!», les escribió. Fueron tres años y medio... Voy a insistir en Ensayo sobre la ceguera en relación con El Evangelio. Porque a veces se frivoliza con el asunto Evangelio. Como José tuvo un problema con el Gobierno [de Cavaco Silva] a raíz de la publicación de ese libro... Pero ni el Gobierno le afectaba a Saramago. El acto de censura del Gobierno a José claro que le indignó, pero no le hizo dar un paso. Saramago siguió siendo portugués, teniendo casa en Portugal y pagando los impuestos en Portugal. El problema con El Evangelio es que vivimos en la civilización cristiana, y si Jesucristo no es Dios la civilización cristiana está basada en la mentira. La culpa, las matanzas, el concepto de pecado... ¡Saramago, cuando acabó el libro, estaba temblando! Pero no porque se fuera a ir al infierno, sino porque no había un tópico de la civilización cristiana que no hubiera tocado. Lo divino no se toca, pero lo divino ha matado y sigue matando a millones de personas.

­—¿Qué cree que diría Saramago del Mundial de Catar?

—No puedo hablar por él, pero podemos buscar lo que dejó escrito del negocio del fútbol. A él le gustaba el fútbol, le gustaba ver el pase de balón de un jugador a otro. Normalmente, veía los partidos sin sonido, le gustaba el juego en equipo. Tiene una crónica en la que dice: «Que vuelvan los griegos, a hacer deporte y no negocio». Como Pilar del Río, presidenta de la Fundación José Saramago, del Mundial de Catar digo: «Qué asco, qué vergüenza».

—¿«Ensayo sobre la ceguera» fue una profecía? ¿Podemos verlo de esta manera?

—Los intelectuales no son profetas, son personas que piensan. Y si piensan, es fácil concluir que caminamos hacia el precipicio. Saramago decía: «Nos estamos cargando el medio ambiente». Seguimos sin ver. Si estamos contaminando, si estamos condenando a otros continentes, van a pasar cosas. Él escribió Ensayo sobre la ceguera, y Alabardas, alabardas. Ahí dijo: «Si fabricamos armas, tiene que haber fábrica de conflictos». Saramago era un ciudadano que pensaba. Un ciudadano escritor. Su pensamiento lo expresaba constantemente en el discurso público, como le pasaba a Camus. Pero traducía a autores con los que no necesariamente estaba de acuerdo...

­—Esto hace pensar en el gesto que tuvo con Mário Soares, expresidente de Portugal, al recibir una condecoración en Francia, cuando dijo sobre él: «Si no era mi candidato, sí es mi presidente».

—¡Y se dieron un pedazo de abrazo...! Eso es la democracia. Él era partidario de la revolución que se hizo en Portugal para conseguir la democracia, donde hay partidos que representan a unos y a otros.

—También hay partidos antidemocráticos en un Parlamento...

—Y sobre eso escribió. En uno de sus últimos Cuadernos, en su blog, decía que las dictaduras no están llegando mediante guerras, sino a través del voto de los ciudadanos. Lo dijo en el 2006.

Pilar del Río junto a Saramago en la presentación en Madrid de su obra «Pequeñas memorias».
Pilar del Río junto a Saramago en la presentación en Madrid de su obra «Pequeñas memorias». BENITO ORDÓÑEZ

—En «La intuición de la isla» enamora el Saramago cotidiano. Revela su ritual del desayuno, a base de tostadas con aceite y vistas al mar. ¿Cómo lo recuerda?

—Desayunaba tostadas con aceite y azúcar, y el pan lo tenía que ir a comprar él el día antes. Ese pan dura varios días... En cuanto sentíamos que él se estaba levantando, ¡fiaaaaam, desaparecíamos! En ese momento, él tenía que ser el dueño absoluto de su tiempo, de su desayuno, de su cotidianidad. Abría el día mirando el mar, mirando la isla Fuerteventura, con los tres perros a sus pies.

—Con Pepe, Greta y Camoens, que ladraron lo suyo con el Nobel, cuenta en «La intuición de la isla».

—¡Ladraron mucho con el Nobel porque la gente no los respetaba nada! A Casa ese día se llenó de gente. Fue muy sorprendente ver a los periodistas brindando con cerveza, porque vino había, pero cerveza no. Les pregunté: «¿De dónde habéis sacado la cerveza?». Me dijo uno: «Hemos ido y las hemos comprado». ¡La casa fue tomada! Hubo estado de guerra. Lo que más me impresionó fue ver a la gente pasándose cervezas y paquetes de patatas.

—¿Cómo eran los veranos en A Casa de Lanzarote, cuando se llenaba de niños?

—En verano venían a casa amigas con sus hijos, los hijos de la persona que trabajaba con nosotros, los de la secretaria... ¡Como la casa estaba abierta, los niños entraban! Los niños del pueblo venían con sus madres. Le pedían que les hiciera redacciones. Te imaginas al escritor adusto, alejado del mundo, y no. No te imaginas a los niños pidiendo que le hiciesen las redacciones o al niño que tenía que subir a entregarle a José una linterna mágica que había descubierto para encontrar los libros en los estantes.

—¿Tenía él mucho de niño?

—En Las pequeñas memorias decía: «Déjate llevar por el niño que fuiste». Decía que procuremos en la vida no avergonzar con nuestro comportamiento al niño que fuimos.

—Denuncia las masacres de las que somos capaces, pero su fe en el hombre y la mujer es apabullante.

—Eso está en Ensayo sobre la lucidez. Lo señaló también en una manifestación en España contra la guerra: «En el mundo hay dos superpotencias, una es Estados Unidos y otra eres tú». Cada uno de nosotros puede ser una superpotencia. Ahí está su declaración de los deberes humanos, que debemos tener presente.

—También advirtió que se llega más fácilmente a Marte que a nuestro propio semejante...

—En el discurso del Nobel. No podemos estar estudiando la composición de las rocas de Marte mientras en nuestro planeta a millones de personas se les está ignorando cualquier posibilidad de dignidad, y el alimento. Hay zonas enteras condenadas a la sequía atroz porque nosotros necesitamos consumir más.

—El mundo en manos de unas cuantas grandes empresas ya lo previó Saramago...

—En La caverna. Si tienes más de 48 o  50 años tienes muchas posibilidades de ser un excluido de la sociedad. La vida está siendo construida de otra manera, no se necesita tener experiencia, sino cobrar menos. Podemos ser muchos los excluidos en breve. No somos útiles, no pintamos nada. Yo estudié sobre avanzar la civilización del ocio. No has oído hablar de eso? Qué hacer con el tiempo en que no trabajamos? Hay muchas cosas constructivas que podemos hacer aunque no vayamos a la fábrica a las siete de la mañana.

—¿Era especial su vínculo con Galicia? 

—Ahí fuimos muchas veces, de paseo, a la Universidad, a estar con Torrente en su casa, al entierro de Torrente, por supuesto... Él estuvo en nuestra casa de Lanzarote. Mi perrita Greta, con lo antipática que era, adoptó a Torrente y se le subió. Torrente se sentó y Greta, pim, se le subió encima y ahí se quedó todo el tiempo. Saramago fue muchas veces a Galicia. Un día tuvo un enfado enorme porque entró en Madrid en la Casa del Libro y compró un libro de Álvaro Cunqueiro. Se pone a leer y nota algo extraño. Y lo que nota es que está traducido. «¡Pero si este libro está escrito en gallego! Se trata de hacer un pequeño esfuerzo y hacer una inmersión mínima. Por favor, leamos a Cunqueiro en gallego». Fue un enfado tal... José decía que, si cada uno se expresa en su idioma, hay riqueza. Si no, tendremos una limitación, usaremos siempre las mismas palabras. Él decía que los catalanes le hablaran en catalán, los gallegos en gallego y los vascos... ¡en castellano! [risas]. Es cien por cien saramaguiano que él Teatro Nacional de Portugal y el de Cataluña hayan hecho una coproducción de Ensayo sobre la ceguera en que unos hablan en portugués y otros en catalán. Una riqueza, es una maravilla.

—¿Cuál diría que fue la visita más especial que recibieron en la isla? Bertolucci, María Kodama, Mário Soares, Ángeles Mastretta...

—No sé qué decirte. Ángeles Mastretta fue la última persona que estuvo en casa. Prefiero quedarme con que la casa de Saramago tenía muchas puertas, y sigue teniendo muchas puertas. Y, por cierto, vienen muchos gallegos a visitarla... Dice el refrán que casa con muchas puertas mala es de guardar. Nosotros decíamos que casa con muchas puertas es buena para la comunicación.

Pilar del Río con José Saramago en Méndez Núñez, en A Coruña, en 1991.
Pilar del Río con José Saramago en Méndez Núñez, en A Coruña, en 1991. No disponible

—¿Es cierto que tenía todos los relojes parados a la hora en que la conoció?

—Sí. Hay una anécdota preciosa... Lo hizo cuando vivíamos en Lisboa, eh, y los relojes se quedaron siempre con esa hora, las cuatro de la tarde. En Lisboa todos los relojes retumbaban por la noche y yo no podía dormir. Tic, tac, tac, tac... Yo cogía los relojes todas las noches y los llevaba al fondo de la casa, a la terraza, para no oírlos. Y un día me dijo José: «Ya no vas a tener que hacer más incursiones nocturnas». Dejó que los relojes se pararan y sí, les puso a todos las cuatro de la tarde.

Pilar del Río y José Saramago, en Lanzarote
Pilar del Río y José Saramago, en Lanzarote cedida por Pilar del Río

Cien años de Saramago: La isla que no deja de hacer amigos

«A entrevista que eu quixen facerlle a Saramago no 82 cheguei a facela, pero en novembro do 2008. El viña de morrer», revela Manuel Rivas. Celebramos de la mano del poeta de la presidenta de la Fundación José Saramago, Pilar del Río, y de la directora editorial de Alfaguara, Pilar Reyes, la vigencia del nobel en su centenario

ana abelenda

Vio la mentira, el abuso y una pandemia cegadora antes que muchos. Incluso, se vio morir un par de años antes de morirse. Y fue una isla, una isla puente a todo continente y persona de la Tierra. «Siempre acabamos llegando a donde nos esperan», escribió en El viaje del elefante José Saramago (Azinhaga, 16 de noviembre de 1922-Tías, Lanzarote, 18 de junio del 2010), que no deja de conversar con el lector, de isla a isla, sobre la mar literaria. En un mundo de ciegos, Saramago supo ver las consecuencias. El autor que renació en la isla de Lanzarote, en A Casa, su hogar con Pilar del Río en Tías, con las puertas aún abiertas, da la brazada hacia quienes estamos en la otra orilla del libro, probando con la mano las palabras. «José Saramago lograba llenar teatros. Conseguía llegar a un público intelectual, y también a un lector menos frecuente, un lector casi con una relación emotiva con la literatura. Él lograba establecer esa doble conversación. Creo que, porque, en el fondo, tenía conciencia de un discurso cívico muy claro, y del poder de la palabra para llegar, emocionar, conmover y hacer pensar. Las novelas de Saramago son novelas para pensar», subraya Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara, que ha publicado los libros del escritor desde 1993, y una de las muchas amigas que visitaron al primer portugués en lograr el Premio Nobel de Literatura en su casa en Lanzarote.

Pilar Reyes conoció al maestro de la lucidez cuando ella dirigía Alfaguara en Colombia, «muy poco tiempo después del Nobel, en el 99». «Vino a Colombia a presentar La caverna, el libro que en ese momento estábamos lanzando. Para mí, fue una experiencia impresionante. Antes del Nobel, sus libros se distribuían en Colombia y él era como un autor de culto para mucha gente», recuerda. «Una vez que pasó el Nobel, nos dimos cuenta del gran alcance de Saramago, de la sintonía que tenía con el público colombiano. En Bogotá yo nunca había visto una respuesta tan apasionada en la acogida de los lectores por un autor. Nunca. ¡Y te lo estoy diciendo en el país donde estaba García Márquez!, a quien yo había visto, digamos, relacionarse con el público colombiano. Pero José Saramago fue una cosa realmente conmovedora», asegura Reyes.

La presentación de La caverna, uno de los libros que también recomienda al lector joven Pilar del Río, viuda y traductora del autor, presidenta de la Fundación José Saramago, fue en Bogotá en un teatro ante dos mil personas, «y otras dos mil se quedaron afuera, ¡y no se quisieron ir! Se quedaron fuera por ver si de algún modo podían verlo», continúa Pilar Reyes. Ese fenómeno del que la editora fue testigo en Colombia, según relata a Fugas, se vivió también en países como Argentina y en México («donde más de 10.000 personas escucharon al autor en el Zócalo», la plaza principal de la capital del país).

«Saramago tenía ese don, el de llegar a la gente. En América Latina su universo literario y su figura como intelectual encontraron lectores fieles, que lo acompañaron a lo largo de todos sus libros».

Ensayo sobre la ceguera fue, posiblemente, el inicio de esa honesta conversación sin paños calientes del «menino de Azinhaga» con sus lectores latinoamericanos. ¿Somos, como él escribió en ese libro en el que todos supimos ver el don de Saramago, ciegos, «ciegos que, viendo, no ven»? «Yo tengo dudas de que un escritor pueda anticipar... —sopesa Reyes—. Lo que sí creo es que Saramago era un hombre enormemente consciente de su tiempo. Él se sentía un escritor de su tiempo y logró algo magnífico: traducir en un universo literario las preocupaciones de esa lectura de su propio momento. El mundo no ha cambiado tanto... Diría que Saramago era un escritor humanista. Su preocupación eran el ser humano y su entorno, las relaciones entre un personaje y su tiempo. En ese sentido, encontró una alegoría que puede ser leída como contemporánea, un libro que se ha escrito hace veinte...». «Los intelectuales no son profetas, son personas que piensan», explica Pilar del Río, que nos permite asomarnos en La intuición de la isla (Itineraria) a los días, los años, que pasó el autor en Lanzarote, desde su llegada a la isla en 1992 por la ofensa que fue la censura del Gobierno de Cavaco Silva, que vetó El Evangelio según Jesucristo, libro que desató la polémica, el miedo, y en el que, según la viuda del escritor, «ningún crítico se atrevió a entrar a fondo». «José terminó El Evangelio temblando», revela su traductora al español, segunda esposa y compañera de vida. La libertad provoca sufrimiento. Ser libre no es una fiesta, puede ser la cadena más pesada, perpetua. «Claro. Ves que o corpo dos libros é o corpo da liberdade. El chega a esa liberdade, e a liberdade é un risco. A liberdade fai que castañeteen os dentes», dibuja Manuel Rivas (A Coruña, 1957).

El nobel no se da por leído, es libro abierto que ayuda a navegar el mundo, la realidad (in)humana de la Tierra. Su epitafio, una frase de Memorial do convento: «Pero no subió a las estrellas porque pertenecía a la Tierra». Aunque podría ser también ese otro que se le ocurrió un día a su fino sentido del humor: «Aquí yace indignado José Saramago. Por dos motivos indignado: por no estar vivo y por haber venido a un mundo tan malo y que, en esencia, no ha cambiado».

Memorial do convento fue el primer encuentro de Manuel Rivas, galardonado por el Premio da Crítica de Galicia por el poemario O que fica fóra, con la obra de Saramago. «Quedei engaiolado con aquilo!: estabas lendo e estabas escoitando. Eran as voces que non se oen da historia, esas voces baixas. De súpeto, emerxía un mundo que enfeitiza porque estabas oíndo o que normalmente non se contaba, o que non se podía oír», recuerda el poeta coruñés. 

«Del sorprendía o mesmo xeito de contar, conseguir esa voz oral, que parece a dos contos de sempre, con esa atención que pon ao mundo de xente humilde, á parte escura da historia, ás dimensións extraordinarias da vida. Oes a voz que é o rumor do pobo, da xente que non tivo voz», amplía el escritor.

¿Cuándo vio por primera vez al nobel portugués? «Aínda non era el unha persoa coñecida daquela, cando publicou Memorial do convento. Cando veu a presentalo á Coruña non había ninguén... Eu fora porque me gustaba. Lembro unha viaxe a Portugal, desas nas que vas comprar toallas, e eu tivera noticia do libro por alguén; penso que fora Fernán Vello. Creo recordar que el o presentara na libraría Couceiro que estaba na praza do Libro. Memorial do convento, co relato de como se constrúe un gran convento en Portugal, xa che abre os ollos sobre ese lado escuro histórico que ten a Igrexa».

¿Eran dos, el José Saramago escritor y el ciudadano comprometido con la defensa de los más vulnerables, de los deberes humanos? «No, él era un ser en esas dos dimensiones», responde Pilar Reyes. «Lembro que, cando lle deron o Nobel, o primeiro que fixo ao volver a Lisboa foi ir á sede do Partido Comunista na avenida da Liberdade. Foi e saíron en manifestación porque había un conflito obreiro», recuerda Manuel Rivas. «Una vez le preguntaron qué pensaba él de la legalización de las drogas, y dijo: ´Creo que antes hay que legalizar el pan´», comparte Reyes.

La fusión de lo humilde y lo sublime

El magma emocional de la literatura de Saramago lo aproxima tanto a Latinoamérica como a Galicia, este rincón pensante de la península ibérica. «Creo que el interés de José por el mundo en español tuvo mucho que ver con el privilegio de poder ser traducido por su pareja. El ejercicio de traducción de Pilar del Río de los libros de José a partir del Ensayo sobre la ceguera es impresionante. Porque hace que haya una vinculación afectiva con la lengua española. Y, por supuesto, Galicia, que está vinculada al Atlántico, tiene una relación importante con Latinoamérica y con el universo luso. La balsa de piedra es una alegoría de eso: estar en esa isla, a medio camino entre Europa y América. La idea del libro se le ocurrió en un atardecer en Finisterre», cuenta Pilar Reyes.

La complicidad entre Saramago y Pilar del Río, en todo el mapamundi que puede ser la relación entre dos personas, fue, según la editora de Alfaguara, la que hizo que el acercamiento del portugués a España fuese no solo intelectual, sino emocional. «Es importante todo el proyecto de la Fundación Saramago, que trabaja en la divulgación de la obra de José, pero también en la labor de darle un alcance a sus ideas como intelectual, y a su Carta Universal de los Deberes y Obligaciones de las Personas. Más que los derechos, es el deber que tiene cada ciudadano en la sociedad en la que se encuentra. La Fundación Saramago está, además, haciendo un trabajo de presentar a autores españoles en Portugal muy importante, reforzando el vínculo de confraternidad ibérica».

Saramago fue un escritor político, comunista. «Su literatura no es un territorio para hacer política, pero su vocación de humanista y su idea de qué debe hacer un escritor en la sociedad son claves», aporta Pilar Reyes.

Ensayo sobre la ceguera «les cambió la vida a muchos lectores», dice la editora de Alfaguara sobre este libro de una trilogía que ilumina la oscuridad de los tiempos. ¿A qué tipo de sociedad debemos aspirar?, nos viene a preguntar Saramago. Difícil desmembrar de lo literario la coherencia de su compromiso cívico.

¿Por dónde empezar a leer al nobel? Para la presidenta de la Fundación José Saramago, «si eres una persona joven, que sabes leer, recomendaría la trilogía Ensayo sobre la ceguera, Ensayo sobre la lucidez e Intermitencias de las muerte. Ensayo sobre la ceguera les explica bien a los jóvenes el mundo distópico en que vivimos. En Ensayo sobre la lucidez, encuentran que los hombres pueden construir esperanza. E Intermitencias de la muerte es muy poético. Es verdad que nacemos para morir, y a veces quisiéramos ser eternos, pero ser eternos quizá no sea lo más maravilloso... A lo mejor, lo importante de verdad es amar mucho y amar bien». Para una persona con menos capacidad para la lectura, Del Río recomendaría La caverna; «y para alguien capaz de preguntarse quién soy y dónde soy en este mundo de prohibiciones y normas, El Evangelio según Jesucristo».

«Saramago ennobrece a realidade dos marxinados. Xa na primeira novela, Levantado do chan, aparecen as voces que son a súa marca, onde xa é quen de transformar o rumor do pobo en literatura, digamos que converte a fala humilde en sermus sublimis. O marabilloso del é como el transforma en sublime a fala e a historia dos de abaixo», apunta Manuel Rivas.

De Caín, el último libro que escribió, «impresionan las preguntas teológicas», añade Pilar del Río, quien no dejaría nunca de hacer El viaje del elefante. «Es una obra que me encanta, muy emocionante, que José escribió robándole tiempo al tiempo. Fue un libro que escribió después de un momento de crisis de salud violenta, donde parecía que no salía... Fue su libro quizá de resurrección, aunque es una palabra religiosa que a él, seguramente, no le gustaría. Tras una enorme crisis de salud, salió este libro tan luminoso».

«Como un titán ha escrito El viaje del elefante. Un triunfo del lenguaje, la imaginación y el humor, arrancado literalmente a la muerte», escribía Rivas en una entrevista al escritor en el 2008, en la que pregunta al nobel sobre lo que a menudo «fica fóra», sobre la relación con su propio cuerpo y con las mujeres, sobre su ateísmo o su visión de la izquierda en España. Pocas respuestas quedarían caducas en el periódico de hoy. «Esa foi, xunto con outra que lle fixen a Tabucchi, a entrevista que, probablemente, máis me impresionou —asegura el autor de O que fica fóra—. Aquela entrevista que eu quixen facerlle a Saramago no 82 cheguei a facela, pero en novembro do 2008! El viña de morrer. Dicía que tiña un dobre e que volvera ao mundo grazas a ese dobre que lle dixo: ´Non podes morrer agora! Lémbroo cos ollos de neno, grandes como focos. Contoume moitas cousas dos avós maternos, Jerónimo Melrinho e Josefa Caixinha. Sempre se refería aos avós como os seus primeiros mestres». Lo dijo al recibir el Nobel: «El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir». Era el abuelo Jerónimo.

«Saramago non ten concesións. Tamén a fala popular é moi auténtica. Non poderiamos entender nin Cervantes nin Shakespeare se non fose por esa cultura popular que se expresa no entroido, feiras, tabernas... en espazos que son impermeables para o saber oficial. No Decamerón de Bocaccio, Os contos de Canterbury, a picaresca española ou o boom hispanoamericano hai ese chan fértil, esa fonte incesante de vangarda que é a fala popular. En Saramago están o humilde e o sublime, o que el fai é fusionalos», argumenta Rivas.

«Saramago nunca mandou a conciencia de vacacións», concluye el poeta.

En el libro La intuición de la isla, Pilar del Río, traductora y compañera del nobel hasta el final, ilumina los recovecos personales de José Saramago (el ritual del desayuno, sus «conflictos de camisas», el bacalao plato estrella, la visita de María Kodama y de otros amigos) que son como esos cultivos como lunas de la Geria, donde se produce el vino blanco que tanto gustaba al nobel portugués. Saramago es una isla indignada, pero acogedora, un «menino» que en su centenario sigue haciendo amigos. Y poniéndonos deberes...

Cuatro libros para navegar tiempos revueltos

1. «Memorial del convento»

Los cimientos de la voz de Saramago

Una novela histórica. Una historia de amor inolvidable. Un personaje femenino, Blimunda, que el nobel consideró mucha mujer para él, según dijo a Manuel Rivas en una entrevista en el 2008 que el escritor y académico coruñés no olvida. Rivas recuerda este libro de Saramago como su primer encuentro con la obra del nobel. En Memorial, «oes a voz que é o rumor do pobo, a voz da xente que non ten voz», dice Rivas.

2. «El Evangelio según Jesucristo»

Golpe a toda una civilización

¿Quién es el Dios que quiere la sangre, la muerte, para que sea restablecido el equilibrio de un mundo en el que solo imperan sus leyes? Con este libro, golpea uno a uno a todos los tópicos de la civilización cristiana, señala Pilar del Río. Se desató un escándalo que llegó a ser censura. Y nuevo comienzo de Saramago en la isla de Lanzarote, tras ser vetado este Evangelio por el Gobierno de Cavaco Silva.

3. «Ensayo sobre la ceguera»

Para comprender un mundo distópico

La trilogía que forman Ensayo sobre la ceguera, Ensayo sobre la lucidez y Las intermitencias de la muerte es una de las grandes recomendaciones de la traductora y viuda del nobel portugués para el lector joven. «Ensayo sobre la ceguera les ayuda a comprender el mundo distópico en el que vivimos», señala Del Río sobre esta parábola en la que un hombre parado ante un semáforo se queda ciego súbitamente. ¿Vemos sin ver?

4. «El viaje del elefante»

El libro que le ganó a la muerte

El viaje del elefante Salomón a través de la Europa del siglo XV, que ofrece el sello Alfaguara en una edición ilustrada por Manuel Estrada, premio Nacional de Diseño, para celebrar el 20.º aniversario de la concesión del Nobel a Saramago, es una de las obras favoritas del autor de la directora editorial de Alfaguara, Pilar Reyes. «Fue un libro que escribió después de un momento de crisis de salud violenta, donde parecía que no salía», cuenta.