La única obligación en la casa de los Eguren era estudiar (de lo contrario no había fútbol), quizá otra ser hincha de Nacional, pero eso se vivía como algo natural, salvo por la vez que Sebastián tuvo que llamar a su padre para decirle que iba a jugar en Peñarol. “No esperes que hinche por vos”, le contestó y cortó el teléfono. La vida tenía otros planes para el actual entrenador, que en ese entonces despertó de un sueño profundo para encontrar otro. “Era de madrugada, llovía a cántaros, aparecieron en mi casa y me dijeron si quería jugar en Nacional”, recuerda Sebastián Eguren (42) cuando Daniel Carreño y Alejandro Balbi aparecieron tras su puerta.

Aquella dupla le había devuelto la felicidad. “Era un paso adelante (jugar en Peñarol), pero a la vez no estaba contento. Lo más jodido fue llamar a mi viejo y decirle que iba a jugar en Peñarol, que le tengo un respeto muy grande, pero quería jugar en Nacional”, explica. Carreño había vuelto a ser protagonista en la carrera de Eguren.

La primera vez tenía 16 años y jugaba en Wanderers mientras trabajaba repartiendo cartas y pintaba con su tío. “Era una manera de ayudar a mis viejos”, dice Sebastián, que pensó dejar el fútbol, pero un DT Bohemio lo evitó. “Me había quebrado una mano, no venía muy bien y Wanderers había descendido. Pero justo llegó Daniel Carreño y me llamó. ‘Quédate, todo el mundo me habla bien de vos’, me dijo. Fue tan honesto. Tiene una energía especial. Lo quiero como a un padre y me dieron ganas de estar a su lado”, confiesa. Lo curioso es que lo que lo unió al DT de Wanderers fue la música, así que comenzaron a intercambiar recomendaciones. “Me hablaba un loco de bermudas y chancletas. Lo conocí en el arranque de una pretemporada y conecté enseguida”. A partir de ahí el fútbol pasó a ser un trabajo. Con el equipo en la B, los gurises de la Cuarta debían salir a dar la cara. El Cacho Blanco lo subió. Ese año no ascendieron, pero el siguiente sí. “Ahí sentí que me convertí en profesional, si bien siempre fui súper serio con los horarios. La única vez que falté a entrenar fue por el fallecimiento de mi viejo”.

Archivo El Pais

Renovó y poco después llegó la llamada a la selección y en 2003-04, el tan ansiado arribo a Nacional. Al otro día de casi ser jugador de Peñarol, tras la tormenta, salió el sol y volvió a llamar a su padre. “Estuvo buenísimo llamar a mi viejo para decirle que iba a Nacional. Sabía que del otro lado se le estaban cayendo las lágrimas”. Con el tricolor, al que posteriormente volvió para retirarse (2016), vivió grandes momentos. Uno de ellos, su golazo de chilena a Santos a los 38’ por los octavos de Libertadores, aunque tuvo la mala suerte de anotar el 2-2 en contra. Esa vez los tricolores arañaron la hazaña y cayeron 3-1 en penales.

Reconoce que siempre fue temperamental, por momentos porfiado. “Creía que tenía razón en todo. Los que están alrededor me lo dicen hasta hoy. Hubo cosas que no pude canalizar, después de más grande mejoré”, declara. Y entre esas cosas que lo hicieron madurar estuvo el momento en el que todos los dedos apuntaron tras el doping positivo de cocaína, también en Libertadores. “Di positivo de benzoilmetilecgonina, la primera sustancia de la coca. Habíamos tomado té de coca por la altura y me habían dicho que esa sustancia no salía”, explica. Un mes después comprobó que sí. “Me quedé tranquilo con el club y mis compañeros. Me encargué de conseguir el mismo té y hacerme los estudios acá”, explica quien tuvo que convivir con insultos en la calle cuando tenía 22 años. Se fue a Europa a visitar a su familia para desintoxicarse, pero el Vasco Ostolaza, DT de Nacional, lo llamó porque “lo necesitaba”.

“Él y yo sabíamos que no iba a jugar, quería que me enchufara y no perdiera el tiempo dando vueltas”, recuerda. Poco después jugó en Noruega, Suecia y España. Volvió a Sudamérica, donde le “erró” al elegir Colón de Argentina. “Un día le dije a mi familia que no quería seguir, no tenía más ganas de pelearme por cosas que no iban a cambiar”. Otra vez sonó el teléfono de Nacional, que esta vez dirigía Gustavo Munúa con un sueño compartido: la Libertadores.

MARCOS BRINDICCI

Como lo harán hoy, en 2016 Boca y Nacional se enfrentaron, pero el Xeneize pasó en los penales. “Con Victorino, Seba Fernández, Nacho González, Conde, habíamos visto la gloria del Nacional campeón de Libertadores e Intercontinental, compañeros en Sudáfrica 2010. Dijimos ¿no será esta? Pasamos a Corinthians, empezamos empatando con Boca en Montevideo. Estaba para nosotros, pero quedamos ahí”.

Sin embargo, cree que no es imposible ganarla. “Boca es un rival difícil, pero cuando te ponés la camiseta de Nacional o la selección, hay otros que ya lo hicieron y te permiten creer que vos podés. He estado en otro tipo de vestuarios, en otro países, donde no hay de dónde agarrarse”. Para Eguren esto mismo sucede con Boca, un equipo con mucha historia, que por lo general “está bien reforzado”.

Foto: @BocaJrsOficial

Eguren confiesa que le genera “muchísima expectativa” la llegada de Cavani a Boca. “Me gusta que gente con su trayectoria tome estos desafíos. Como me hubiese encantado, y me encantaría, que viniese al Uruguay, a Nacional o Danubio. Soy de mirar fútbol brasileño, pero ahora voy a seguir a Boca”.

Y si se habla de regreso, el de Suárez a Nacional “fue alucinante”, dice Eguren. Y añade: “Como cuando volvió Forlán a Peñarol”. "Lo de Luis fue fantástico. Hace que todo sea especial, siempre, su venida se salió del el guión. Fue algo especial y sorprendió. Lo de Luis fue alucinante, pero lo de la hinchada de Nacional fue también de una locura", concluye.

Como estos dos ídolos celestes vuelven a Sudamérica, hay otro que se retira: Diego Godín. "Es un amigazo", es lo primero que dice Eguren. "Verlo me dio la tristeza de compartir el sentir, cuando ya no podés más, no tenés más fuerza de seguir y que se te acaba algo que amas desde que tenés cuatro o cinco años. Ese día se termina y te das cuenta que al final vas a ser futbolista toda tu vida, lo único que no hacés es jugar al fútbol, pero a gusto, yo no juego porque no tengo más ganas", confiesa.

Y continúa con elogios: "Es un loco muy comprometido y no quería defraudar a la gente de Vélez, por lo que es como profesional y lo que es como ser humano, quiso darlo todo y ahora está disfrutando de su familia. Creo que necesitaba levantarse, tomar un mate sin la sensación de que hay un horario para cumplir, para comer, para descansar. Eso durante 20 años logra cansar".

"Es de los mejores futbolistas de la historia, es una opinión personal, pero un tipo que tiene más de 160 partidos en la selección, jugó cuatro mundiales, lo que logró y cómo lideró", enfatiza sobre su excompañero y lo defiende ante la crítica por el modo en el que se retiró. "Escucho la gente que dice 'terminó en un partido contra Huracán'... Creo que Diego nunca precisó grandes alardes de la gente, se entregó y lideró. No me imagino a Diego haciendo algo para despedirse de una manera en la cual todos se sintieran que lo estaban aplaudiendo. Creo que habla mucho más el irse así. No necesitó una hinchada que no estuviera coreando", concluyó.

Desde su salida de MC Torque no dirige, pero quiere. No se excusa en el desarme del plantel, pero encuentra allí una posible explicación para su cierre. Decidió renunciar e hizo una exagerada autocrítica, aunque entendió que “la responsabilidad era compartida”. Consultado acerca de qué cree le falta a Torque para competir, vuelve al recurso de antes. “El club me dio lo que necesitaba para laburar. Lo que le falta es historia, eso te marca. Si jugás en Wanderers sabes que si no estás en copas, la cosa no va bien”.

Ni al convertirse en DT, ni cuando quedó afuera de la lista del Mundial, renegó las decisiones del maestro Tabárez. “Me quedé afuera de dos mundiales, 2002 y en 2014, cuando jugaba en Palmeiras y me sentía confiado. Dio la lista, yo usaba la 8, y dijo: ‘Abel Hernández’. Le desee suerte a todos y me fui, caliente y triste. Pero todas las decisiones que tomó fueron por el bien del grupo”.

Eguren se queda con lo hecho en Sudáfrica 2010. “Era un equipo en el que los que jugaban tenían la humildad de aceptar a los que participábamos menos y esos, las ganas de que todo saliera bien, dejando los egos”, recuerda Eguren de aquel plantel que acarició la heroica y le devolvió a Uruguay el amor propio. “Vino bien para que la gente viera a la selección de otra manera”. Esa misma sensación, salvando las distancias, dio la Sub 20 este año.

Leonardo Maine/Archivo El Pais

Cuestión que Eguren conversó con su par Marcelo Broli. “Hablé con el Chelo y me decía: ‘Hubo una conexión, algo así como en Sudáfrica’. Y es que es algo que transmiten nuestros equipos: ese entusiasmo de que Uruguay, un país súper chiquito, con un montón de dificultades, pueda salir campeón del mundo”.