Vélez, el mejor del mundo

El baúl de los recuerdos. El Fortín tocó el cielo con las manos en 1994 al derrotar al Milan en la final de la Copa Intercontinental. Fue el pico más alto del histórico ciclo de Carlos Bianchi al frente del equipo de Liniers.

"Sos el mejor equipo del mundo al menos por un año y eso no te lo quita nadie”. En una entrevista concedida a La Prensa, Omar Asad confesó lo que significó para Vélez haber derrotado a Milan en la final de la Copa Intercontinental. El testimonio del Turquito, en 2004, se dio al cumplirse diez años de la memorable victoria del equipo de Carlos Bianchi sobre el conjunto italiano. Ese éxito fue el punto más alto del notable ciclo del Virrey al frente del Fortín y, por supuesto, el mayor motivo de orgullo para los hinchas del club de Liniers.

Una hora y media antes del pitazo inicial nadie se habría atrevido a pronosticar ese 1 de diciembre del ´94 que Vélez estaba en condiciones de derrotar a un Milan pleno de estrellas. Solo Bianchi y sus dirigidos creían que la hazaña podía ser posible. Si hasta los propios jugadores rojinegros miraban con desdén a sus rivales en los minutos previos al partido.

Fabio Capello, el entrenador del elenco italiano, contaba con figuras como Franco Baresi -un líbero de galera y bastón-, Paolo Maldini -un lateral exquisito-, el duro Alessandro Costacurta, famosos mediocampistas de marca como el francés Marcel Desailly y el italiano Demetrio Albertini y ofensivos como Roberto Donadoni y el croata Zvonimir Boban, más delanteros de prestigio internacional como el montenegrino Dejan Savicevic y Daniele Massaro. Varios de sus titulares venían de ser subcampeones del mundo en Estados Unidos 1994 con el seleccionado azzurro. En cambio, el Fortín era para el periodismo europeo un conjunto de desconocidos en el que apenas se identificaba a José Luis Chilavert, el arquero que se había hecho famoso por sus goles.

La crítica del Viejo Continente y el propio Milan se llevaron una sorpresa inmensa. Esa mañana en Japón descubrieron a un equipo que además de fe en sus fuerzas poseía una estructura muy sólida, con inteligencia, espíritu de sacrificio y jerarquía en la combinación justa para hacer posible cualquier proeza.

Los primeros 45 minutos de la final mostraron mejor parado al equipo que había aplastado 4-0 al Barcelona que conducía Johan Cruyff en el choque decisivo de la Liga de Campeones de Europa. Vélez tuvo que mostrar personalidad para no sucumbir ante un rival que era admirado en todos y cada uno de los rincones del planeta. A Asad, quien junto con el Turu José Oscar Flores eran los tanques con los que las huestes del Virrey intentaban llevarse todo por delante, le tomó menos de cinco minutos ganarse el respeto del célebre Baresi, a quien muy temprano le pegó un topetazo que lo mandó contra los carteles de publicidad. El líbero entendió de ese modo que debía lidiar con un muchacho de 23 años que no pensaba dedicarse a admirarlo desde dentro de la cancha.

El campeón de la Copa Libertadores salió indemne de esos primeros tres cuartos de hora de predominio milanés. De a poco se fue atreviendo a desplegar sus mejores cualidades. Había superado los nervios del arranque y lo terminó de demostrar cuando a los 5 minutos del complemento uno de los precisos remates de Chila hizo blanco en el Pepe José Basualdo, quien lanzó un centro al corazón del área para el Turu Flores, que fue derribado por Costacurta. Roberto Trotta se hizo cargo del penal y doblegó a Sebastiano Rossi con un disparo al medio del arco.

El gol le otorgó tranquilidad a Vélez, que así y todo necesitó de los reflejos de su guardavalla para contener un intento de Massaro. Los de Capello procuraron empujar a su oponente contra su arco, pero se encontraron con un golpe letal para sus aspiraciones: el segundo gol, a cargo de Asad. El Turquito lo recordó así: “El gol lo hice gracias a (Roberto) Pompei y al Turu, que van a apretar a dos lados diferentes y los obligan a tirar el lateral a Costacurta, que gira al lado opuesto al que tiene que hacerlo y le pega como viene para atrás y sin mirar. Yo veo la jugada y me anticipo. Pico a mil por hora, me llega la pelota y se me venía el arquero. La toco y me pongo flojito porque pensé, todo en milésimas de segundo, que si él me toca me cobran penal. Y no me tocó. En el aire vi que estaba el arco solo, caigo con el pie derecho, me apoyo con el izquierdo, me acomodo, me apoyo otra vez con el derecho, giro, le pego de media vuelta y entra en el segundo palo”.

El Turquito narró su obra como si hubiese sido sencillo anotar ese golazo. Sea como fuere, la finalísima había cambiado definitivamente de rumbo. El equipo de camiseta blanca con una V azulada había reducido a su mínima expresión al poderoso Milan. “En el segundo tiempo los bailamos”, rememoró con orgullo Asad.

Capello identificó esa derrota como la peor de su rica carrera de técnico. Vélez, en cambio, vivió ese triunfo como la mayor satisfacción de su historia. No era para menos: no todos pueden darse el gusto de saberse el mejor equipo del mundo.  

LA SÍNTESIS

Vélez 2 - Milan 0

Vélez: José Luis Chilavert; Héctor Almandoz, Roberto Trotta, Víctor Hugo Sotomayor, Raúl Cardozo; José Basualdo, Marcelo Gómez, Christian Bassedas, Roberto Pompei; Omar Asad, José Oscar Flores. DT: Carlos Bianchi.

Milan: Sebastiano Rossi; Mauro Tasotti, Franco Baresi, Alessandro Costacurta, Paolo Maldini; Marcel Desailly, Demetrio Albertini, Roberto Donadoni, Zvonimir Boban; Dejan Savicevic, Daniele Massaro. DT: Fabio Capello.

Incidencias

Segundo tiempo: 5m gol de Trotta (V), de penal; 12m gol de Asad (V); 13m expulsado Sandro Guzmán (V) por entrar a festejar a la cancha siendo suplente; 15m Marco Simone por Boban (M); 40m expulsado Costacurta (M); 41m Christian Panucci por Savicevic (M).

Cancha: Estadio Nacional (Tokio). Árbitro: José Joaquín Torres, de Colombia. Fecha: 1 de diciembre de 1994.